Pekín da un giro al modelo de crecimiento


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Ahora hace casi un año, en noviembre de 2013, la reunión plenaria anual del Partido Comunista de China (PCCh) sorprendía a sinólogos, expertos y analistas de todo el mundo al anunciar un nuevo y  amplísimo proceso de reformas -de hasta 60 puntos- mucho más ambicioso de lo que nadie esperaba.

Abonado ya el terreno en los últimos años de mandato del ex-primer ministro Wen Jiabao, el nuevo Gobierno chino encabezado por el presidente Xi Jinping decidía empezar a soltar lastre y abandonar el modelo económico de “reforma y apertura” exitosamente iniciado en los años 80 por Deng Shiaoping. Modelo basado en el crecimiento económico a cualquier precio, la exportación masiva hasta convertir a China en “la fábrica del mundo” y una explotación exhaustiva e insostenible de los recursos internos.
Los éxitos conseguidos por este modelo son innegables. China ha pasado de ser una economía con un peso prácticamente irrelevante en el mundo a convertirse en la segunda potencia económica mundial que dentro de muy poco, hacia el año 2020, se calcula que será ya la primera, desbancando a EEUU.
En una primera etapa la economía china se desarrolló en el sentido de fabricar y exportar masivamente productos de baja tecnología y escaso valor añadido, basado en la interminable afluencia de mano de obra barata proveniente del mundo rural. Sin embargo, los últimos años han visto dispararse la producción de mercancías con un mayor componente tecnológico y más valor añadido. Desde 2006, China se ha convertido en el mayor exportador de productos de alta tecnología, por delante de EEUU, Japón o Alemania.
En ese proceso, el modelo de desarrollo económico impulsado por el PCCh no sólo ha sacado de la pobreza a más de 400 millones de chinos, sino que ha elevado el sueldo medio en las ciudades al equivalente de 498 euros mensuales, según los últimos datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Aunque debido a la crisis que sufre el campo imperialista capitaneado por EEUU -con la consiguiente ralentización de las exportaciones chinas- y el progresivo agotamiento del modelo anterior el crecimiento de la economía china ha descendido desde el 10-11% de hace unos años al actual 7,5-8%, los dirigentes chinos explican que los cambios están dirigidos no a crecer en cantidad, sino en calidad. Su objetivo es que las reformas den fruto gradualmente y consigan un crecimiento sostenible a largo plazo. El riesgo de no acometerlas ahora es estar abocados a una caída aún más fuerte cuando el actual modelo haya llegado a su límite final.
La prioridad está ahora en un nuevo modelo que busca aumentar el mercado para las industrias chinas potenciando el consumo interno y elevando sensiblemente el nivel de vida y la capacidad de consumo de la mayoría de la población. En numerosos campos, desde una mayor apertura, con la entrada de inversión privada, en el sector bancario y las empresas estatales, hasta la ampliación de la cobertura del sistema de seguridad social o la relajación del sistema de permisos de residencia
para facilitar la migración interna a las ciudades, los cambios en su conjunto apuntan a dar un nuevo salto en el desarrollo de la economía, acercándola un poco más al viejo objetivo de conseguir hacer de la sociedad china una “sociedad modestamente acomodada”.

 

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