En contra de las apariencias, la firmeza de las primeras medidas y declaraciones del gobierno griego de Tsipras están teniendo como primer efecto multiplicar las contradicciones en el campo imperialista. No esperaban una victoria tan arrolladora del pueblo griego ni que el gobierno de coalición Syriza con los Independientes Griegos ejerciera de forma tan contundente su soberanía nacional a las 24 horas de su triunfo.Las primeras medidas del nuevo gobierno griego han sido la elevación del salario mínimo en casi un 30% (el equivalente a que en España se subiera desde los 648 actuales a 842 euros), el reingreso de miles de funcionarios despedidos de forma anticonstitucional por orden de la troika, la recuperación de la paga extra para los pensionistas, la creación de un bono social para devolver la electricidad a 300.000 hogares bajo el umbral de la pobreza, la eliminación del copago sanitario y la inmediata paralización de las privatizaciones pendientes.
En paralelo, Tsipras rompe el protocolo político no escrito que establecía desde hace décadas que los nuevos primeros ministros reciben en primer lugar, nada más tomar posesión de su cargo, al embajador norteamericano en Atenas. En su lugar, ha recibido al embajador ruso mientras el norteamericano no tiene todavía fecha para ser recibido.
En su gira por varias capitales europeas, el nuevo ministro de economía griego Yanis Varoufakis anuncia que su gobierno no reconoce ni volverá a negociar nada con la troika.
En la reunión de ministros exteriores de la zona euro donde se debía discutir la imposición de nuevas sanciones a Rusia por la reactivación de la guerra en Ucrania, el ministro griego amenaza con hacer valer su derecho de veto, dado que la decisión de imponer nuevas sanciones debe ser tomada por unanimidad.
En su primera visita al exterior, Tsipras declara que “discutimos con el presidente [chipriota Nikos] Anastasiadis la posibilidad de emprender algunas iniciativas para reducir la tensión entre Rusia y la Unión Europea, para el beneficio de todos los pueblos europeos. No está bien que una guerra se transforme también en guerra económica”. La unanimidad europea en seguir ciegamente el acoso de Washington contra Moscú empieza a resquebrajarse.
La irrupción de un gobierno antihegemonista, ejerciendo su soberanía para aplicar una política autónoma de acuerdo a sus propios intereses y tomando medidas radicales de redistribución de la riqueza ha alterado completamente el tablero europeo y obligado a reaccionar a Washington. El golpe dado por el pueblo griego ha alterado sustancialmente la correlación de fuerzas existente hasta ahora. Y en el campo de las grandes potencias imperialistas empiezan a aparecer las primeras disensiones acerca de cómo enfrentar un problema no previsto.
Naturalmente que el desafío lanzado por el pueblo griego no va a ser un camino de rosas. El hegemonismo y las fuerzas reaccionarias van utilizar todos los medios a su alcance para echarlo abajo. Pero el primer golpe que ha supuesto el triunfo de Syriza y sus primeras actuaciones ha sido fuerte y consistente, provocando las primeras grietas y fisuras en el campo de los enemigos.
Divisiones en el campo imperialista
Mientras Alemania se mantiene implacable en la exigencia a Grecia de que cumpla estrictamente los memorándum de los rescates (es decir, más recortes, empobrecimiento y desmantelamiento de la economía nacional griega), en el seno de la UE ya han surgido voces tan cualificadas como las del presidente de la Comisión, Jean Claude Juncker, admitiendo que quizás haya llegado ya el momento de liquidar a la troika.
Mientras Berlín es inflexible en el tema del pago de la deuda en las condiciones anteriores, Francia, Italia y Gran Bretaña admiten ya la posibilidad de abrir negociaciones sobre algún tipo de quita encubierta (alargamiento de plazos, intereses más bajos, moratoria hasta que la economía griega crezca,…)
Y desde Washington, Obama dice que “no se puede seguir apretando a los países que están en plena depresión (…) porque es muy difícil emprender cambios cuando el nivel de vida de la gente cayó un 25%. A la larga, el sistema político, la sociedad, no pueden soportarlo”.