El laberinto americano


¿Qué tipo de liderazgo necesita un país que, en la cumbre de su poder, se ha partido en dos mitades que propugnan soluciones totalmente opuestas a cada uno de los problemas, que ha perdido la iniciativa y el dominio exclusivo del mundo y que tiene un abismo en casa cada vez más profundo y cada vez más peligroso?

EEUU se adentra en un nuevo periodo electoral. Pero en este caso, la incertidumbre que provoca la crisis de liderazgo mundial así como el desencanto y el rechazo que se vive en el país hacia la tradicional “clase política” que rige la vida de los dos grandes partidos, produce la impresión de que el país se ha metido en un verdadero laberinto.

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Finalizada la eterna precampaña electoral, han dado comienzo al fin los “caucus” que acabarán decidiendo quiénes serán los candidatos demócrata y republicano que, finalmente, concurrirán en noviembre a la lucha por la presidencia de Estados Unidos. Como siempre, la competencia en ambos bandos es reñida y se libra como una batalla campal y sin concesiones. Pero, amén de esto, los primeros resultados apuntan, esta vez, a verdaderas sorpresas. Los candidatos de los aparatos de ambos partidos se están viendo sorprendidos por figuras inesperadas. A un extremo y a otro del espectro político, candidatos que no cuentan con el respaldo oficial de los aparatos demócrata y republicano, están siendo lo más respaldados y los que, en un primer momento, consiguen un mayor número de votos en las urnas. Surgido, no de dentro, sino a la derecha del Partido Republicano, el multimillonario y mediático Donald Trump. no solo encabeza las preferencias de los republicanos en las encuestas, sino que ya ha obtenido un segundo puesto en Iowa y el primero en New Hamsphire, a pesar de que su discurso xenófobo y políticamente incorrecto no es del agrado de los mandarines del partido. Su discurso contra la minoría hispana, a favor de negar la entrada a los musulmanes, de admiración por Putin o en defensa del uso de las armas de fuego, ha dejado en un segundo plano, e incluso arrinconado, candidaturas que en principio parecían destinadas a obtener un respaldo notorio, como la de Jeb Bush, hermano e hijo de presidentes.

Estos inesperados resultados (que, desde luego, no deben tomarse por definitivos), sí muestran, de forma clara, el enorme descontento que hay en el electorado de Estados Unidos sobre la marcha de las cosas, tanto dentro como fuera del país. Tanto la situación de la clase media, vapuleada por la crisis. como el nuevo contexto internacional, en el que EEUU ya no es lo que era, están llevando al país a una evidente crisis de liderazgo, tanto interno como externo. Tras fracasar dos veces seguidas: primero con la línea belicista de Bush y ahora con la negociadora de Obama, cunde la incertidumbre sobre qué camino debe tomar la superpotencia americana.

Por el momento, los primeros resultados electorales están poniendo de relieve hasta qué punto cunde el desconcierto y el rechazo en los electores de ambos partidos.

La clase media empobrecida, sobre todo blanca, presta su atención y su apoyo al mensaje radical del demagogo Trump, que a los grandes problemas ofrece soluciones elementales y promete un liderazgo firme. Para él, Obama (y la mayoría de los candidatos que se postulan en su propio partido) no son más que muñecos de los poderosos que siguen utilizando el poder en contra de la gente sencilla y trabajadora, un guiñapo de esos poderes (Wall Street, Washington…) a los que les importan un bledo los problemas de la población. A pesar de ser un magnate, Trump lleva a los oídos de la gente lo que esta quiere oír: que hay unos responsables de su pobreza y que él les va a meter mano. Y no solo eso: él va a recuperar para EEUU la grandeza de otros tiempos y el liderazgo en el mundo. Miel sobre hojuelas para unos oídos que desconfían de “los políticos” del establisment y ven cómo al fin alguien “señala con el dedo los causantes internos y externos” de su situación.

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