EEUU contra el Estado Islámico


                          Cuanto más avanza, más problemas acumula

Obama inició su presidencia prometiendo el fin de la guerra y la salida de las tropas norteamericanas de Irak. Y va a acabar su segundo mandato metiendo a EEUU en una nueva guerra en Irak y posiblemente volviendo a enviar tropas a su suelo. 

Ambas posiciones, en apariencia tan contradictorias como opuestas, no son resultado sin embargo de ninguna incongruencia personal o de una traición de Obama a sus palabras. Sino fruto, simplemente, de la lógica en la que está embarcada la superpotencia yanqui en los últimos 15 años.
Una lógica que le lleva a lanzarse a agresivas y aventureras apuestas con las que tratar de revertir el declive de su posición en el mundo. Fracasando política y militarmente en cada una de esas apuestas, saliendo derrotado política y militarmente y con el rabo entre las piernas de cada una de ellas.
Pero provocando al mismo tiempo tal situación de caos e inestabilidad en aquellos sitios por los que va pasando, que al cabo del tiempo se ve obligado a regresar nuevamente, pero en unas condiciones peores, de mayor debilidad y más degradas que antes. Es lo que le está pasando actualmente en Irak. Y ya veremos si dentro de poco no le pasa también en Afganistán, donde a finales del próximo año debe haber retirado sus tropas.
A su pesar, EEUU se ha convertido en el principal factor de erosión e inestabilidad de su propia hegemonía, en el mayor causante del desorden mundial que amenaza con romperla de una estocada. Por paradójico que pueda parecer, EEUU es hoy el motor central del deterioro de su propio orden mundial. El mundo se encamina aceleradamente hacia una situación que podríamos denominar como de creciente vacío de poder. En el que que ninguna potencia o coalición de potencias tiene la voluntad ni la capacidad de llenarlo a corto plazo.
EEUU, sumido en una crisis estructural de una hondura sin precedentes, tiene cada vez menos voluntad y menos poder de influencia. No sólo no tiene la capacidad para imponer la agenda mundial que tenía hasta hace una década, sino que no se ve en su interior ninguna línea, ninguna fuerza política y de clase que disponga de alguna estrategia eficaz para intentar recuperarla. Esto refuerza y conecta los conflictos geopolíticos que surgen hoy en todas partes, desde el Mar de China meridional hasta Ucrania, pasando por Irak, Siria, el norte de África o el Sahel.

A su pesar, EEUU se ha convertido en el principal factor de erosión e inestabilidad de su propia hegemonía

Es lo que está ocurriendo estos días con la coalición que Obama trata de montar para combatir el avance del Estado Islámico en Irak y Siria.
George W. Bush y los sectores más agresivos del complejo militar-industrial se lanzaron a la guerra de Irak en 2003 con el objetivo de dominar por la fuerza el Gran Oriente Medio, el vasto arco de países musulmanes que va desde Marruecos hasta Afganistán, recorriendo el norte de África y Oriente Medio. Seis años de guerra, cientos de miles de muertos, un país arrasado y un billón de dólares gastados pusieron de manifiesto la imposibilidad de alcanzar tan aventurero objetivo.
Casi una década después de aquello, Obama apostó por impulsar las primaveras árabes como medio de derrocar regímenes inestables u hostiles, sustituyéndolos por nuevos regímenes “democráticos” hechos “a imagen y semejanza” de EEUU. Y con ello más fácilmente permeables y controlables por Washington. Todo fue en apariencia bien hasta tropezar con el escollo de Siria, donde el régimen de Assad con fuertes apoyos internos y externos ofreció más resistencia de la esperada. Para doblegarla crearon, organizaron, financiaron y armaron a grupos opositores como el actual Estado Islámico.
Y, nuevamente, como había pasado con Sadam Hussein, los talibanes o Al Qaeda, los muñecos diabólicos creados por EEUU se revolvieron contra ellos, aprovechando el vacío de poder en Irak y Siria, creado por las propias agresiones norteamericanas, directas o indirectas.
Ahora Obama se apresta a formar una gran coalición con la que derrotar a sus nuevos enemigos. Pero como la misma prensa del establishment norteamericano reconoce, esta es la más improbable de las coaliciones que jamás haya intentado EEUU, al tiempo que revela lo insuficiente de la estrategia norteamericana para derrotar al Estado Islámico.

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