Científicamente desenmascarado, políticamente protegido. El resultado un auténtico genocidio.
Cada año, según la OMS, mueren en el mundo 100.000 personas víctimas de cánceres o de asbestosis causados por el amianto. Desde 1999, en España ha matado a cuarenta mil personas y otras tantas fallecerán por el mismo motivo hasta 2030.
Víctimas, todas ellas, de un producto letal al que fueron expuestos de forma deliberada, mientras su aplicación industrial rendía ingentes beneficios a las más variadas industrias, especialmente a constructoras, fabricantes de automóviles, astilleros y ferroviarias.
En España el amianto tiene un nombre: Uralita S.A., que operó desde 1907 a 1997, fundamentalmente con capital de la Banca March. En el período de mayor actividad con este producto, el 40% de la importación de amianto la acaparaba Uralita S.A.
Víctimas que han sufrido y muerto en el más absoluto silencio en su mayor parte, sin el debido reconocimiento y atención que requerían. Tanto es así, que hoy sigue sin existir un plan de identificación y erradicación. Es más, se abandonan y derrumban antiguas fábricas que lo contienen al lado de zonas habitadas, sin medidas de seguridad ninguna para proteger a la población.
Una gran dispersión
Cientos de miles de trabajadores, sobre todo europeos, sufrieron una exposición prolongada desde los años cincuenta, ajenos a un peligro que sí conocían sus superiores. En Europa, que tiene el 13% de la población mundial, se concentran casi el 50% de cánceres y asbestosis.
Los afectados, sin embargo, no se limitan a los trabajadores donde se producía o manipulaba. También a los vecinos de las zonas colindantes a las fábricas.
El aire llevaba las microfibras de la fábrica al vecindario y los trabajadores las llevaban adheridas a sus prendas de vestir directamente al domicilio familiar.
También por esta razón, las demandas judiciales a las empresas por no haber tomado ninguna medida de seguridad para proteger a los trabajadores, no sólo vienen firmadas por trabajadores que acabaron cayendo enfermos sino también por los vecinos de los pueblos y ciudades adyacentes a los centros fabriles.
El amianto, una vez inhalado, provoca la asbestosis y cánceres de pulmón, de pleura y peritoneo, enfermedades que pueden no manifestarse hasta 20 o 40 años más tarde. Un tiempo de latencia tan largo hace imposible demostrar científicamente la relación causa-efecto entre la exposición y la enfermedad. Por ejemplo, en los cánceres pulmonares causados por el amianto influyen otros factores como el tabaquismo.
Fue declarado cancerígeno por la OMS en 1978. Pero se hizo tarde, puesto que ya en 1955 había sido reconocido como cancerígeno laboral por uno de los mayores expertos de la época, Sir Richard Doll. Y ya antes había sido calificado como tóxico.
Su categorización como cancerígeno se hizo tarde, y mal; nada se hizo tampoco, una vez desenmascarado, para eliminarlo rápidamente. Su uso fue tan sólo limitado a partir de los ochenta, y no acabó siendo prohibido en la UE hasta 1999. Su venta fue declarada ilegal en 2002 En España y tres años más tarde en la UE. En unos 150 países todavía se sigue usando legalmente.
Es más, asociaciones ecologistas y de afectados denuncian muchos casos en que es la propia dejadez con respecto al amianto lo que provoca su dispersión.
La fábrica de Uralita en Valladolid fue abandonada y derrumbada sin ningún tipo de control junto a un colegio. Otra fábrica con amianto, Ibertubo, en el polígono industrial de Toledo, a medio desmantelar, provoca una grave contaminación por amianto en todo el entorno. El antiguo tejar de ladrillos de Vélez-Málaga (El Prado) se desmontó sin medida de seguridad ninguna.

La OMS la declaró sustancia cancerígena en 1978, tarde y mal. No se hizo nada por eliminarlo
¿Qué es el amianto?
También conocido como asbesto o uralita, es en realidad una familia de seis minerales que vivió su particular auge a partir de la década de los cincuenta en la construcción y la industria por sus excelentes cualidades.
Es indestructible, eterno. Dura más que los residuos nucleares. Al no ser degradable es acumulativo. Es ultrarresistente al fuego, a agentes químicos y biológicos. Es un excelente aislante eléctrico, y un gran aislante acústico. Y tiene un bajo coste.
En forma de fibrocemento, se utilizó en la construcción de casas, fabricación de frenos y embragues para coches, barcos, ferrocarriles, tejados y hasta 5.000 productos industriales como cacerolas, trajes de bomberos, planchas o tablas de planchar.
El problema está en que, una vez extraído de su roca natural, el amianto tiende a deshilacharse en pequeñas fibras de micras de tamaño (la millonésima parte de un metro). Estas microfibras permanecen suspendidas en el aire por largo tiempo, hasta que son inhaladas y se incrustan en los alveolos pulmonares, donde permanecen de forma indefinida. Un sólo gramo puede provocar la asbestosis, la enfermedad inflamatoria.
La fábrica de Uralita en Valladolid fue abandonada y derrumbada sin ningún tipo de control junto a un colegio.

Impunidad multinacional
¿Quiénes son los grandes beneficiados? Sin duda las grandes corporaciones que han ganado millones con un material barato y ligero que han incorporado a muchas mercancías. Una gran corporación norteamericana, dos inglesas y una centroeuropea monopolizaban la producción de amianto.
El desmán es tan enorme que el sólo hecho de pensar en retirar el total del amianto presente en nuestro entorno supone un desembolso astronómico que los estados, y ya no digamos los grandes monopolios, no están dispuestos a sufragar.
Excepto en contadísimos casos, en ningún país se ha hecho un plan de desamiantación. Es más, si hay cifras sobre la afectación en casos como el de Cerdanyola (Barcelona), donde Uralita abrió su primera fábrica en 1907, es porque los médicos que han tratado los casos han hecho un trabajo estadístico que ha servido posteriormente para relacionar el contacto laboral o la cercanía geográfica al centro industrial emisor con el padecimiento de la enfermedad.
En el caso de la fábrica de Uralita de Cerdanyola, si lo normal es que estas enfermedades producen 10 casos al año por millón de habitantes en la población no afectada, en el área de Cerdanyola se daban 95. En la más letal de ellas, el mesotelioma, la tasa pasa de entre uno y tres casos por millón a 47.
En El Ferrol, 10 mil trabajadores de los astilleros se expusieron al amianto. Tras la muerte de decenas de trabajadores, un grupo de neumólogos del hospital Arquitecto Marcide probó por primera vez la conexión entre el cáncer de pulmón y el polvo de amianto. Los trabajadores habían estado manipulando el material asesino sin ninguna protección durante su vida laboral, incluso cuando ya se sabía su letalidad.
Por tanto, la identificación de los sitios con amianto y su eliminación paulatina, tiene que ser una exigencia a los nuevos poderes populares y autonómicos. A título personal hay que evitar toda exposición al amianto. Especialmente cuando la mercancía que lo lleve, ya sea un tejado ondulado o el embrague de un coche, está rota y hay posibilidades de que desprenda su carga de microfibras.
