El compositor Alfredo Aracil y la intérprete María José Montiel reciben el Premio Nacional de la Música
Dice Alfredo Aracil que el premio concedido por el Ministerio de Eduación, Cultura y Deporte, le ha sacado momentáneamente de su “monasterio”, una imagen muy gráfica para explicar algunos de los vericuetos por los que la música contemporánea conduce a quienes la veneran. Por otra parte, Aracil ha llegado al que considera su remanso de paz en la creación artística, tras convertirse en uno de los más prestigiosos programadores culturales del país gracias, entre otras cosas, a su paso por la dirección del Festival de Granada, un compositor de vanguardia y un sabio. María José Montiel es, por otra parte, una belleza artística con el alma en la voz que recorre medio mundo deslumbrando en los escenarios, arrollando con su versatilidad, pasando de la zarzuela a los sonidos brasileños y la ópera de Verdi. Ambos referentes de nuestro patrimonio artístico y de la creación de vanguardia.
Alfredo Aracil
¿Estaba en sus cálculos recibir el premio?
La verdad es que sí y no. Sabía desde hace años que había estado varias veces en las quinielas del premio, pero precisamente esa experiencia te hace desconfiar de que pueda suceder alguna vez.
¿Es una tristeza que solo se hable de musica contemporánea cuando se falla el Premio Nacional?
No. Ha sido todo una alegría, porque siendo consciente de que la música contemporánea no es muy popular, nunca he basado mi ilusión en la popularidad o en la transcendencia social. Me he ido dando cuenta de que para no caer en la melancolía lo que hay que hacer es centrar la ilusión en aquello que depende de ti, y lo he ido consiguiendo en estos últimos diez años. Me centro en el proyecto bonito y el trabajo esmerado, y no en otras cosas que son completamente ajenas a mis posibilidades. De esta manera, este premio ha sido una alegría y, al mismo tiempo, una sacudida que me dice que aunque esté en mi monasterio se sabe que existo. En definitiva, uno compone para los demás. No para todo el mundo, pero sí para todo aquel que quiera disfrutarlo.
¿Sigue siendo cierta la frase de Cristobal Halffter de que es mas difícil ser compositor en España que torero en Finlandia?
No creo que llegue a tanto. Desde luego es difícil, pero como lo es ser poeta o físico cuántico. También depende de con qué lo compares, porque lo es más serlo aquí que en Alemania, pero menos que en Etiopía. No estamos en el mejor de los paraísos, pero tampoco de la mitad para abajo.
¿Tiene que ver esto también con los ámbitos en los que se tocan fibras sensibles del pensamiento?
En este caso es cierto que ir a zonas profundas o lejanas del pensamiento, o a aspectos muy destilados de la cultura, le añade un extra de dificultad para llegar a mucha gente. Porque supone una fuerza de voluntad añadida acercarse a estos campos. En cualquier caso, en España son difíciles muchas cosas, como en el caso de muchos deportistas de élite que llegan a no tener ni instalaciones en las que entrenar. En España es complicado que los artistas, los científicos o los deportistas minoritarios tengan una oportunidad o, al menos, suficientes oportunidades.
¿Cómo ves la relación entre la musica de vanguardia y la vida cultural española?
Nunca he pensado que exista una relación, pero como tampoco la hay en los aspectos que te comentaba. Hay mucha gente que disfruta de la música contemporánea, pero no es algo tan extendido como la pasión por la novela o la cinematografía, por supuesto.
¿Cuáles son los problemas que impiden socializar más la creación musical actual y el arte contemporáneo en general?
La música en general tiene una incomodidad, y es que no es como un cuadro al que le puedes dedicar el tiempo que desees. Dispones del tiempo que decide el compositor, no el que decide el espectador. En la época del zapping, sentarse a escuchar una pieza de Mozart o de cualquier autor vivo, que lleva treinta minutos, es antipático. Aunque existe una inmensa minoría de gente que disfruta con estas cosas, por lo que no sabría decirte las causas.
Estudió con algunos de los mejores como Salvador Gómez Tejeda, Carmelo Bernaola, Tomás Marco, Cristóbal Halffter, Luis de Pablo, Arturo Tamayo, Karlheinz Stockhausen, Iannis Xenakis, Christian Wolff, Mauricio Kagel, Arturo Tamayo o Luis de Pablo (1978). Al mismo tiempo se licenció en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid, donde obtuvo el título de doctor (1998).
Fue cofundador del Grupo Glosa, con el que actuó, durante 1975 y 1976, en la interpretación de músicas abiertas. A ello se suman esporádicas colaboraciones con el Grupo Koan y el Conjunto Instrumental de Madrid. También es notable su aportación crítica y teórica en el campo de las artes plásticas y de la música, así como su labor en el ámbito de la difusión y la gestión cultural, especialmente desde la dirección del Festival Internacional de Música y Danza de Granada.
Es tan difícil ser compositor, como poeta o físico cuántico

Los programadores culturales deben 'deselegir' al público
Te lo preguntaba también por tu experiencia como programador cultural en el Festival de Granada...
En el Festival de Granada, por ejemplo, quedó demostrado que se podía programar estrenos u obras de nuestro pasado más remoto, y se llenaban los conciertos. Lo que falla en ese sentido no es tanto la música, como la programación. Ese miedo de los programadores a ofrecer cosas que, a veces, ellos mismos desconocen. No siempre todos saben lo que se traen entre manos. Hay veces en las que la programación se hace por cumplir con una especie de cuota para que no se diga que no miran a la actualidad. Pero no se fijan en qué están ofreciendo y si esa obra encaja bien en ese programa y con ese público.
Por otra parte, los programadores no solo deberían elegir con el mismo esmero las obras, los intérpretes e incluso el programa de mano, sino también el público. En este sentido, me permito inventarme una palabra... el programador tiene la responsabilidad de “deselegir” el público. Pasa que los festivales o las orquestas cuentan con un público más o menos habitual, lo que les convierte en rehenes de los gustos de sus abonados, con la comodidad de que tienen garantizada la venta de las entradas durante toda la temporada o el festival. Pero a cambio son rehenes, lo que les impide hacer algo diferente a lo que ellos mismos les han acostumbrado.
Si deseliges el público y te atreves a buscar allí donde no te imaginabas que podría haber, consigues un espectador virgen para el cual escuchar Brahms es tan complejo y desconocido como escuchar a Xenakis. Esta es la razón por la que no suele programarse música contemporánea o cuando se hace no es un éxito. La clave está en los programadores, que sepan descubrir nuevos yacimientos de públicos y elegir con mimo el programa, porque no creo que sea necesario ser un entendido para disfrutar de la música contemporánea, igual que no hace falta ser botánico para disfrutar de un paseo por un jardín.
Hace años que proliferan nuevas alternativas culturales que buscan diferentes formas independientes de financiación ¿Crees que es bueno que esto sea así?
Creo que es fundamental que esto sea así. Creo que la cultura necesita el apoyo y la financiación pública, porque de otra manera, por ejemplo, con la venta de discos o localidades no podría subsistir la música clásica o culta, por definición. Por cierto, horribles ambos nombres porque ponen barreras a lo que no las debe tener.
Igual que el Estado debe mantener un museo, debe apoyar iniciativas que son inasumibles por el ámbito privado. Tampoco por cooperativas de aficionados como ocurría hace un siglo.
Pero nada de esto sería posible si no existe un tejido, tanto de creadores como de actores, músicos, productores y público que quiera formar parte de este tipo de iniciativas. Nada existiría en la sociedad sin estos otros latidos, además de los proyectos más caros que deben contar con el apoyo del Estado.
En el 82 publicabas un libro sobre el arte del siglo XX, ¿la creación artística contemporánea sigue presa todavía de la sombra de la muerte del arte?
Seguramente, en el siglo XXI se ha asumido la muerte del arte y su resurrección. Como un gran espejo, se rompe en añicos, pero cada uno de esos trocitos es capaz de reflejar el universo entero. Lo que ya no hay es luto. Afortunadamente existen posturas extremas, posturas radicales, pero ya no hay un cuestionamiento del hecho de la comunicación del arte. Además, ha ocurrido una cosa fantástica, que es la posibilidad de compartir las propuestas en Internet. Nos ha conectado a todas las minorías del mundo. Esto permite hacer cosas muy extremas que siempre puede que encuentren mil o dos mil personas en todo el mundo que se interesen por lo que haces. Es una de las herramientas que ha permitido que el arte se desarrolle al margen de los canales convencionales.
¿Tiene sentido el arte al margen de renovarse o morir?
No sabría dar una definición del arte que sea excluyente. El arte es creación, curiosidad, descubrimiento, juego... pero eso no quiere decir que la rutina o volver a escuchar lo viejo no sea una forma de arte, como el concierto de Año Nuevo, por ejemplo, que es todos los años lo mismo, haciendo lo mismo para los mismos. Y tiene una calidad de muchos quilates.

Estudió canto en el Real Conservatorio de Madrid y cursó estudios de Derecho en la Autónoma de Madrid, Universidad en la que además obtuvo el DEA en Historia y Ciencias de la Música. Ha cantado en escenarios tan importantes como el Carnegie Hall de Nueva York, la Opéra National de París o el Teatro de La Scala de Milán entre otros. En el repertorio concertístico ha cantado con las Filarmónicas de Viena, de Helsinki y de Tokio, las Sinfónicas de Montreal y Cincinnati o los Virtuosos de Moscú, entre otras. Ha publicado 17 discos; su disco Modinha con Lieder de Brasil y junto a Luiz de Moura fue finalista Premios Grammy.
No sabría dar una definición del arte que sea excluyente
Es una obligación promover el arte de mi país
Mª Jose Montiel
Felicidades en primer lugar por el galardón. ¿Qué significa esto para ti profesionalmente?
Estoy muy feliz. Ha sido una sorpresa mucho más que grata. Uno de los momentos de emoción de mi carrera. No me lo creía cuando me llamaron, se me salía el corazón y no podía casi respirar.
Estoy muy agradecida por este reconocimiento a tantos años de estudio y de tesón, que es como se hacen las carreras. Con paso tranquilo y conciencia de lo que se hace. No puedo decir más que gracias al jurado, a mi marido y a mi familia, y a todas las personas que durante todos estos años han creído en mi y me han apoyado aún en los momentos más tristes. El premio es también es suyo y es importante para mi.
El jurado ha reconocido tu papel de embajadora española de la música, de defensa del patrimonio nacional...
Desde que empecé a actuar con diecinueve siempre he sido una gran amante de la música española. Podemos empezar por las siete canciones de Manuel de Falla, que son mundialmente conocidas. Las he cantado desde EEUU a Japón, pasando por toda Centro Europa, Finlandia... o las Canciones Negras de Monsalvatge, Oscar Esplà, Guridi, Toldrà...
He disfrutado desde joven con las obras de Monsalvatge, con quien tuve una excelente relación y a quien le agradezco que compusiera en sus últimos años obras para mi, o con mi gran maestro Miguel Zanetti, recorriendo tantos lugares.
Además es una obligación de cualquier artista promover la música, el arte y la cultura de su país. Por otra parte España tiene una riqueza que puede verse en la música, a través de textos de San Juan de la Cruz, de Lope de Vega... son joyas. He tenido la suerte también de estrenar obras como la gran Ojos verdes de luna, de Tomás Marco, muchas canciones de Antón García Abril, de Carlos Cruz de Castro, de Luis de Pablo... en el aniversario de RNE hicimos un macro-concierto en el Auditorio Nacional y canté obras de veintitantos compositores. Me gustaría poder nombrarlos a todos.
Este año he estrenado un ciclo de obras de Antoni Parera Fons, y el año que viene estreno una opera de él mismo. Compaginando con mi carrera internacional, nunca dejo la música española.
¿Sigue siendo necesario acerca la ópera o la zarzuela al gran público?
Sí. En Francia es envidiable cómo cuidan su cultura, y aquí no nos caracterizamos por eso, pese a la enorme riqueza que tenemos. Desde mi humilde papel lo intento cuidar.
El jurado también le ha reconocido su versatilidad como artista ¿Cuáles son las mejores conexiones de nuestra música?
Nosotros conectamos mucho con Francia, porque hay muchos autores españoles, empezando por Manuel de Falla que fueron a París, por no hablar de la Carmen de Bizet que he interpretado en más de cien ocasiones. También con Sudamérica, claro. Pero yo nací en el seno de una familia de músicos. Mi abuelo cantaba opera, zarzuela, tangos... mi madre es pianista, por lo que en mi casa he podido oír de todo. Además tengo que agradecer que tengo un tipo de voz muy versátil para poder abordar todo tipo de géneros. Eso no es mérito mío. Yo lo único que he hecho es trabajar e investigar mucho.
Hasta el año 99 era soprano y entonces empecé a trabajar como mezzosoprano, lo que fue difícil pero me ha permitido también conocer en muchas obras los dos papeles. Es a partir de entonces cuando llegan tantos reconocimientos. Y luego, es que canto con mucha pasión y devoción.
¿Sigue dándose esa combinación clásica de mucho talento y poca infraestructura para formarse, o es ya algo del pasado?
En los últimos años se han hecho grandes esfuerzos, se han construido auditorios, se han creado orquestas... luego llegaron los años de la crisis, pero existe esa inquietud, pese a que no lleguemos al nivel de los países centroeuropeos. Desde luego los músicos hacemos esfuerzos por seguir actuando aunque no estemos en el mejor momento. Hay que seguir apoyando a la Cultura, y especialmente en las escuelas porque la belleza es una clave fundamental de la educación.