Semillas siempre fecundas


Su amor por el cine comenzó en la infancia y se cultivó profusamente en su madurez.

Su primer trabajo lo encontró en el periódico El Universal, de Cartagena, ejerciendo como crítico de cine bajo el seudónimo de Séptimus.
Más de veinte después, Gabo emprendió la aventura de crear en Cuba una escuela de cine y televisión para estudiantes del Tercer Mundo que sirviera como un”contrapoder” a la maquinaria propagandística de Hollywood. Surgió así en 1985 la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano bajo la dirección del premio Nobel, y un año después la escuela, donde García Márquez impartió desde el primer día un taller de guión que se hizo legendario y que llevaba el nombre de Como se cuenta un cuento. Francis Ford Coppola, Robert Redford o Costa-Gavras fueron algunos de los cineastas que pasaron por allí a participar en talleres, cursos y seminarios.
Y hay también un García Márquez periodista, que proclamaba en un artículo publicado en julio de 1981: “Siempre me he considerado un periodista, por encima de todo”.
Enamorado del reportaje, que Gabo convertía en pequeñas novelas, sin traicionar a la realidad pero transformadas en joyas literarias.
Pero también -en un artículo titulado significativamente “El mejor oficio del mundo”-alertaba que “nunca como ahora ha sido tan peligroso este oficio”. Y refería las “manipulaciones malignas”, los “equívocos inocentes o deliberados”, “los agravios impunes”, las “tergiversaciones venenosas”.
Detestaba las grabadoras, “un invento luciferino”. Con ellas, señalaba, el periodista no presta atención porque cree que el magnetófono lo oye todo. “Y se equivoca: no oye los latidos del corazón, que es lo que más vale en una entrevista”. Años más adelante añadirá: “La grabadora no piensa”. “La grabadora oye pero no escucha”, la grabadora “es fiel pero no tiene corazón”.
Gabo era un periodista de raza, comprometido con la verdad y los lectores. Al que le gustaba recordar que “cuando uno se aburre escribiendo, el lector se aburre leyendo” y que “no debemos obligar al lector a leer una frase de nuevo”.
Pero el premio Nobel colombiano no se limitó a asistir impávido ante los problemas de su oficio. Creó en 1994 la Fundación Nuevo Periodismo, dedicada a mejorar la formación de periodistas iberoamericanos, y se involucró en algunos de sus talleres.
Allí se forjó una nueva generación de periodistas de todo el mundo hispano, incluyendo a España.

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