De La Mancha a Macondo… el universo “Gabo”


Las razones de este éxito tan apabullante como es la vida en su Caribe natal nos conduce directamente al corazón del “universo García Márquez”, tan poliédrico y complejo como reconocible al instante. En García Márquez está lo real y lo mágico, lo hispano y lo universal, el Eros más furioso y el Tanatos más implacable… a todos nos concierne y a todos nos fascina.

Demasiado grande

Estamos ante un gigante de la cultura universal y de las letras hispanas demasiado grande para que podamos tener hoy una perspectiva clara de su auténtica dimensión. Vivió y contó la vida en español y desde el Caribe. Y por eso alcanzó una universalidad que muy pocos siquiera imaginan. Porque en “Gabo”, en su obra y en su vida, está lo mejor que el mundo hispano, cuando despliega todas sus enormes potencialidades, puede ofrecer a la humanidad. García Márquez fue el ariete de un movimiento colectivo -el “boom” de la literatura americana- que volvió a situar a las letras hispanas en la cima de la cultura universal.

Desde Cervantes y el Siglo de Oro no había ocurrido nada semejante. Sólo Lorca alcanzó ese rango de universalidad, pero la “Generación del 27”, que anunciaba logros mayores, fue cercenada por los fusiles imperiales, y apenas pudo ofrecer una pequeña parte de sus potencialidades. Y, como también sucedió con Lorca, García Márquez se convirtió en un fenómeno universal desafiando todas las leyes de la lógica. No disponía del altavoz de ninguna potencia dominante. Y provenía de una parte del mundo que entonces -a golpe de dictadores y genocidios “made in Washington”- parecía condenada a la marginalidad. Y entonces, justo entonces, cuando parecía que el mundo hispano estaba condenado a no tener futuro, surgió la chispa y se convirtió en un incendio universal. Presentando ante el mundo una nueva sensibilidad, una nueva forma de vivir y contar la vida, rotundamente hispana pero que les hablaba a europeos, chinos o árabes de algo muy propio que nadie les había contado.

Lo real y lo mágico

El realismo típicamente español se convirtió en mágico al pisar suelo americano, y delirante al fecundar en el Caribe. Y no podía ser de otra forma. La exuberancia de la vida -en todas sus vertientes, lingüística, social, cultural, sexual…- trituraba la imaginación del creador más audaz. Lo real y lo mágico, que para el mundo occidental son dos vectores antagónicos, se convertían en la América hispana en dos aspectos que convivían en las cosas más cotidianas. Gabriel García Márquez escribió “Cien años de soledad” con los pies descalzos, porque necesitaba estar conectado con la tierra. Pero también lo hizo poseído por las extraordinarias historias que le contaba su abuela -que luego reconoció en algunos cuentos de Kafka- o por la inclasificable vida de su abuelo Nicolás, transformado en el coronel Aureliano Buendía, que se salvó de un pelotón de fusilamiento, participó en 32 guerras, tuvo 17 hijos con 17 mujeres y terminó sus días haciendo pescaditos de oro. Eso es el realismo mágico. García Márquez presumía que nunca se había apartado de la realidad. Pero es que él no vivió la ordenada y aburrida vida impuesta a golpes en algunos “países desarrollados”. Sino una vida caótica, destartalada, precaria… pero mucho más viva y fascinante.

García Márquez bebió de lo mejor de la literatura universal. Descubrió que quería ser escritor al leer “La metamorfosis” de Kafka. “Al ver que Gregorio Samsa podía despertarse una mañana convertido en un gigantesco escarabajo, me dije: ‘Yo no sabía que esto era posible hacerlo. Pero si es así, escribir me interesa”. Se embriagó con el poder narrativo de William Faulkner, para convertir Macondo en el territorio mítico donde están abiertas todas las venas del alma humana y de América Latina. Tal y como Faulkner había hecho fabricando en su imaginación el el condado ficticio de Yoknapatawpha (inspirado en el condado real de Lafayette, Missisipi). Pero “Gabo” utilizó todo este bagaje para novelar su infancia y la delirante historia de su estirpe, una cosmogonía amplificada de todo el mundo hispano. Por eso, algo tan hispano, en su temática y en su sensibilidad, se convirtió en el fenómeno más universal de la literatura en el último siglo. Porque las obras de García Márquez nos dicen algo de nosotros que ni siquiera sabíamos.

Da igual que seamos españoles, colombianos, chinos, norteamericanos, alemanes o árabes. Todos acabamos pareciéndonos más que diferenciándonos en nuestros dese,os, nuestros miedos, nuestros anhelos… Porque en las novelas o en los cuentos de García Márquez Eros y Tanatos copulan con febril intensidad caribeña. Ambos no ocultan nada, y nos ofrecen lo mejor y lo peor de sí mismos, de todos nosotros.

Lo mejor del mundo hispano

En la obra y Gabriel García Márquez está toda la energía de un mundo hispano que, con él, volvió a convertirse en una indispensable referencia universal. En “La soledad de América Latina” -su extraordinario discurso de recepción del Nobel, intencionadamente titulado “La soledad de América Latina”- nos habló de “una patria inmensa de hombres alucinados y mujeres históricas, cuya terquedad sin fin se confunde con la leyenda”. Era 1.982, y todo el mundo hispano era sacudido por la “noche de piedra” de fascismos pensados en Washington para encuadrar a sangre y fuego al mundo hispano. Entonces, “Gabo” habló de “los pueblos que tienen la legítima ilusión de tener una vida propia en el reparto del mundo”.

Se rebeló contra que América Latina sea “un alfil sin albedrío”. Y reclamó que “no tienen nada de quimérico sus designios de independencia y originalidad”. Esta proclama de García Márquez presentaba a un mundo hispano que, aún sufriendo los mayores ataques, proclamaba orgulloso ante el mundo su inquebrantable voluntad de independencia. Todavía hoy, en el momento de su muerte, los sectores más escandalosamente proyanquis en España le echan en cara su “cercanía al castrismo”. No han entendido nada. García Márquez, como todos los revolucionarios del mundo hispano, defendió a Cuba como la bandera de independencia frente a EEUU. Ahora, esa voluntad se ha convertido en mayoritaria, abriendo una “primavera antihegemonista” que ha devuelto al mundo hispano un protagonismo global robado durante décadas. Por eso es tan universal García Márquez. Porque todos sus sueños y anhelos -en el plano cultural, social, literario, político…- coinciden con los que también hierven en la inmensa mayoría de los corazones de toda la humanidad. Hacía falta alguien como García Márquez para poder contárnoslo. Pero cuando lo leemos, todos nos reconocemos en sus vivencias y en sus delirios. Porque también son los nuestros. Joan Arnau

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