El genio de las Calacas


“Posada. Fantasías, calaveras y vida cotidiana” es el título de la exposición que estará en Madrid, en el Instituto Mexicano en España, hasta el 16 de enero.

El ilustrador fue un cronista excepcional de la historia cotidiana de su país entre finales del siglo XIX y principios del XX. Por medio de sus dibujos y viñetas, el autor captó la marginalidad, la tragedia, la risa, la fe o la muerte, para transmitir una imagen de su cultura que aún hoy está presente en los artistas mexicanos de las generaciones más recientes.

José Guadalupe Posada (1852 – 1913) es uno de los artistas mexicanos con más reconocimiento internacional. Su calavera Catrina es una de las imágenes más conocidas del arte mexicano y uno de los iconos de México. En su época nunca obtuvo la atención de la crítica, ni de sus colegas, que prácticamente no lo mencionan jamás. En el más absoluto anonimato Posada produjo cientos de estampas que retratan la pluralidad delirante del México del general Porfirio Díaz.

Su obra está dirigida a un público de ciudadanos pobres, como él, conectando con la cultura, el imaginario y la simbología popular. Creando una estética propia basada en las “calacas” (las calaveras), que sintetiza la fuerza de la creación tradicional mexicana.

Posada trabaja el blanco y el negro retando a su significado. Mientras el blanco representaba la muerte, Posada lo convierte en un símbolo de la vida. Con sus “calacas”, el artista mexicano convierte el blanco en una explosión vital de la tradición popular mexicana, cogiendo como eje democratizador la muerte, “que nos iguala a todos”.

El mito revolucionario

A mediados de la década de 1920, los artistas e intelectuales posrrevolucionarios rescatan su obra y lo recuperan del olvido. Se estudia y colecciona su obra, se escribe sobre él, e investigan sobre su vida, construyendo un mito revolucionario en torno a él. Se le encumbra como el gran artista del pueblo, lo que es cierto, y se le destaca como creador proletario precursor y propagandista de la Revolución mexicana, lo que es falso. Tal y como afirma el caricaturista e investigador Rafael Barajas. 

El mito creado en torno a Posada ha evitado las contradicciones concretas de la época, a las que inevitablemente estuvo sometido el artista. Distorsionando la realidad y pasando por encima de las condiciones reales a las que estuvieron sometidos los sectores revolucionarios y populares mexicanos.


José Guadalupe Posada fue un eminente caricaturista político. Gran parte de su obra está dedicada al arte irrespetuoso y lo mejor de su obra está marcado por su oficio de humorista gráfico. Las caricaturas de Posada son de gran calidad artística pero además son documentos históricos que pueden aportar datos de una época, de un sector de opinión, y del propio autor.


A través de su obra pueden definirse claramente sus posiciones políticas e ideológicas, ya que, como en la mayoría de caricaturas políticas, es imposible esconder sus principios, sus contradicciones, vacilaciones, errores y traiciones. Como señala Barajas, en la obra de Posada “se encuentran algunas claves de su pensamiento político-social”. Posada no fue un ideólogo revolucionario, sino “un periodista modesto con una formación política específica y una extraordinaria sensibilidad popular”.

La voz de la clase obrera

Posada empieza a trabajar como caricaturista de El Jicote, un periódico crítico que apoyaba la alternativa que representaba el general Porfirio Díaz, que entre 1869 y 1871, es visto como la opción democrática y renovadora del Partido Liberal, y es apoyado por los sectores jóvenes más radicales y vanguardistas de la nación.


Desde 1888, Posada colabora en diversos proyectos editoriales enmarcados en los sectores del porfirismo triunfante. Tanto en La Patria Ilustrada como en las hojas sueltas de la Imprenta Vanegas Arroyo desarrolla una impresionante obra costumbrista que se inscribe dentro de la mejor tradición de la gráfica liberal, nacionalista y progresista. En La Gaceta Callejera y El Fandango hace un periodismo popular de “oposición leal” al régimen de Porfirio Díaz: critica los abusos de los patrones, la represión a los periodistas, pero respeta al gobierno. En el Gil Blas Cómico y El Popular realiza caricaturas que complementan la acción del régimen. Al mismo tiempo que critica moderadamente algunos abusos e incoherencias, es cuidadoso, y hasta elogioso, con el general Porfirio Díaz.


En la prensa obrera, Posada despliega una especie de periodismo que “actúa dentro de los márgenes tolerados por el régimen”. Y finalmente, se convierte en el caricaturista de uno de los sectores más moderados de la clase obrera. En definitiva, insiste Barajas, “refleja las limitaciones y contradicciones de un proletariado políticamente inmaduro y a veces hasta confuso: critica los excesos patronales y ataca la política económica, pero defiende al régimen; se burla de ciertos funcionarios, pero muestra gran respeto” por la figura del general Porfirio Díaz.


Posadas se enmarca en el proyecto de consolidación nacional que busca el gobierno de Díaz, moviéndose dentro de los márgenes tolerados por el Estado. Un tipo de periodismo al que se le permite criticar todo, menos al poder real. De hecho, la prensa obrera en aquella época está lejos de las vanguardias intelectuales y sociales que están en el origen de la Revolución mexicana: el maderismo, el Club Liberal Ponciano Arriaga, el campesinado mexicano, y el anarco sindicalismo que promueven los Flores Magón.


En su sentido político, las caricaturas de Posada a favor de la clase obrera, los elogios a Porfirio y las críticas a Madero y los zapatistas son el reflejo de una visión limitada de un pueblo que está muy acotado por la dictadura. Aunque la clase obrera tuvo episodios heroicos en la Revolución mexicana, ésta fue esencialmente un movimiento campesino y sus teóricos venían en general de las clases medias.

Arte revolucionario

El trabajo de Posada es una gran crónica periodística en imágenes de los prejuicios sociales, los mitos políticos y las creencias ideológicas de un importante sector del proletariado. Refleja las vacilaciones y los vaivenes de una buena parte de las clases populares ante la Revolución mexicana.


Al mismo tiempo, Posada es “el más grande grabador popular que ha tenido México”. Mientras el resto de artistas ignoran y desprecian al pueblo mexicano, José Guadalupe lo retrata en su grandeza y su miseria, recrea sus usos y costumbres, ilustra sus problemas, catástrofes y penurias, pinta sus sueños, fantasías y delirios. En sus caricaturas, hojas volantes, ilustraciones y calaveras hace un vasto retrato de conjunto de la sociedad de su época.


José Guadalupe Posada es un artista revolucionario en el más amplio sentido de la palabra y, por eso, se ha creado una escuela universal en torno a su obra. El artista mexicano fue enterrado en una fosa común, en la que su “calaca” descansa acompañada de todo su pueblo.

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