El escritor panameño Ernesto Endara, un clásico de las letras de su país, irrumpe en España de la mano de Contrabando
Con 83 años, lo primero que sorprende de Ernesto Endara es su increíble vitalidad. En apenas diez días (del 20 de septiembre al 1 de octubre) cubrió los 18.000 km de la ruta Panamá-París-Valencia-Madrid-Valencia-París-Panamá, sin perder en ningún momento su sempiterna jovialidad y su humor inquebrantable, con el anhelado propósito de presentar "Panamá split", el primero de sus libros que se publica en España. Aunque resulte difícil de entender, el más laureado de los escritores panameños (ganador 17 veces del Premio Nacional Ricardo Miró, en todas las categorías: cuento, novela, teatro y ensayo), un verdadero "clásico" de las letras panameñas, algunos de cuyos libros se leen en las escuelas de Panamá, era aún un autor inédito en nuestro país. La generosidad y el buen hacer que se presumen del pueblo español, no tiene obviamente su correlato entre las élites de nuestra todopoderosa industria editorial.
"Panamá split" (Contrabando, 2015) es el resultado de la recopilación en un solo volumen de dos novelas publicadas por "Neco" Endara en Panamá en 1997 y 1998, donde llevaban los títulos de: "Pantalones cortos" y "Pantalones largos". En ellas el autor rememora, con tanta fidelidad a los hechos como libertad de imaginación, los años de su infancia y juventud en el Panamá de los años cuarenta del siglo XX. A través de la creación narrativa del personaje de ficción Perusín Centella -obvio alter ego del autor-, Endara se dotó de un protagonista hecho a medida para recuperar la memoria de su propia vida, tamizada con los alicientes y las enmiendas que le sugirió su propia fantasia. Puesto que todo recuerdo, al recrearse literariamente, es de inmediato una obra de ficción, Endara ha buscado, con la mayor de las inteligencias, alcanzar un máximo de verosimilitud en el relato sin necesidad de utilizar una precisión maníaca. La verdad de la ficción es lo que importa, y en este libro esa verdad aflora con tal ingenuidad y tal poder de seducción que al lector ya poco le importa, al acabar el libro, lo que de real o de ficción haya en las páginas de este libro, que se disfruta como pocos.
Si bien el libro tiene todos los ingredientes y todos los motivos para presentarse como una clásica Bildungsroman (una novela de "formación", o de "educación sentimental"), sin embargo es preciso detenerse e insistir en la singularidad precisa de una obra, que no trata de ofrecernos ninguna vía particular para "superar" los conflictos de "adaptación" de un joven con el mundo de los adultos en el que, tarde o temprano, va a desembocar; Endara, que remonta fabulosamente su libro hasta el momento de la unión del espermatozoide con el óvulo que le dio el ser, no quiere mostrarnos sino lo que podría llamarse un mecanismo de "adhesión a la vida". Y de la misma forma que uno viene de la fusión amorosa de esas dos células distintas, también la vida es una forma de búsquera y realización de "fusiones", a lo largo de un tiempo sucesivo.
Quizá para Endara "amor" y "tiempo" sean las dos palabras fundamentales. El amor (que hay que ir a buscarlo, y no esperarlo pasivamente) es aquello que da un sabor inigualable a la vida. Y no es, desde luego, algo de sabor único y textura inamovible. Como dice su buen amigo José Ardila "Ernesto cocina el Amor y lo hace no solamente al limón, o lo sirve crudo en su jugo –obviamente platos demasiado fuertes para los pudorosos–; sino también lo prepara en tiernas ensaladas y suaves postres, mousses de vainilla y chocolate y los siete sabores de macarons de manzana y frambuesa. Para Neco, y estoy totalmente de acuerdo con él, el amor debe, tiene que ser así, pasar por todas las etapas, los sabores, y toda la escala de voltajes".
El tiempo, en cambio, sin ser la sustancia de la vida, sí es la sucesión en la que todo acontece. El tiempo jamás es tiempo perdido, si la memoria y la escritura lo recuperan. Entonces, incluso, el tiempo se recrea una y otra vez. Basta abrir las páginas de un libro, sumergirse en la lectura (aún no hemos dicho que Ernesto Endara es un lector empedernido), para que el tiempo pasado emerja y se actualice. El tiempo de la novela es más real que el de la vida porque, una vez impresa, no termina, empieza cada vez que alguien abre el libro.
Pero "Panamá split" no es simplemente un "libro de memorias", es también el libro vivo y secreto de una ciudad desaparecida. La ciudad de Panamá en los años cuarenta (mientras el mundo entero se despedaza en los combates de la Segunda Guerra Mundial) revive en este libro con un encanto, una dulzura y un detallismo únicos. Como dice el crítico y escritor panameño Pedro Cremes: "Ernesto Endara pone en pie un edificio, como dije, que haremos bien en visitar. Construye un escenario que parece mágico, un Panamá ardiente, digno, de billares propicios para la lectura, de colegios cerca del mar, de madres luchadoras, de amigos para siempre, un Panamá que no es cuento, que fue tan brillante que parece mentira y no lo es. "Amo mi ciudad", decía subrayando con un profundo amor sus palabras. Ante la desidia y el apego a otras urbes, "Panamá split" es un canto a la construcción de una memoria para todos los que nos queremos olvidar y una seducción de tinta y papel para los que quieren descubrir un Panamá espléndido".
Una vida, una ciudad... y también un tiempo, recuperado con nostalgia y buen humor. Un humor que a veces es el refugio para esconderse de los malos tragos y los recuerdos amargos, pero también un recurso verdadero para dar cuenta de una felicidad primigenia y sin contaminar. Endara no "vende" un falso optimismo, hueco y de cartón piedra, sino que dispara su artillería contra el pesimismo, convencido de que la vida bien vale la pena. Incluso en tiempos difíciles. Incluso cuando el tobogán de la vida te lleva, como a Perusín Centella, de lo más alto a lo más bajo, de un colegio a otro, de un barrio al opuesto, de los brazos de una mujer a los de otra. Incluso cuando el adolescente, después de volverse casi un mendigo, abandonado a la vieja trilogía del "bolero, el ron y las mujeres" (variante panameña del "alcohol, el sexo y el rock") está a punto de acabar de la cárcel. Pero el buen instinto y el buen consejo lo salvan: con su marcha a Venezuela para hacerse marino se cierra este ciclo vital y se cierra "Panamá split". Un título que alude, con toda intención, a que Panamá es un país dividido por la cicatriz del canal. Pero que también evoca los tiempos en que Panamá (como las otras repúblicas centroamericanas) eran tratadas y consideradas como meras "repúblicas bananeras", algo que ya no es así.
"Panamá split" es un libro que debe leer el niño que todos llevamos dentro. Si le dejamos emerger, disfrutaremos como pocas veces. Pero si lo hemos matado, el libro nos resultará inevitablemente ingenuo y sin profundidad.
"Panamá split" se presentó en España los pasados día 22 y 24 de septiembre, en el Fórum de la FNAC de Valencia y en la Casa de América de Madrid, donde el autor contó con el respaldo de la embajadora de Panamá en España. Fueron dos actos repletos de público, emociones y humor, dos actos "made in Endara". Un nombre que conviene no olvidar.