La emergencia del cine chino


El nuevo cine que viene de Asia

Llega a las pantallas españolas “Black Coal”, una poderosa, turbia, enigmática y fascinante obra de un cine negro que nos llega desde la Manchuria china.

 

Se llevó el Oso de Oro en el pasado Festival de Berlín, uno de los más prestigiosos certámenes occidentales. No fue una casualidad. Hasta tres películas chinas competían en la sección oficial del festival. Y su palmáres lo coparon nombres asiáticos. Desde el Oso de Plata al mejor actor para Liao Fan, protagonista de “Black Coal”, al Oso de Plata a actriz japonesa Haru Kuroki, por su papel de criada en “Chiisai ouchi”, o el Oso de Oro a la mejor contribución artística para Seng Jian, el director de fotografía de la china “Tui na”, la historia de una casa de masajes en la que todos los masajistas son ciegos.
La cultura universal ha sido definida por las potencias dominantes, todas ellas occidentales, europeas o norteamericanas, relegando así al arte oriental a un escalón secundario y local.
Ahora, cuando es evidente la emergencia económica y política de Asia, son las obras de la nueva cultura oriental las que son aclamadas en los selectos certámenes del mundo occidental.
Y, como ocurre en otros capítulos, la emergencia asiática en la cultura está también capitaneada por China.

 

La extraordinaria energía de la sociedad china, encumbrada ya como gran potencia emergente del siglo XXI, se traslada también a una vitalidad cultural que conquista incluso las más exigentes plazas occidentales.

Este es el sentido de los nuevos tiempos, y su curso es inevitable. Las viejas potencias culturales también empiezan a ceder el testigo a los nuevos centros emergentes.
Pero los nuevos creadores orientales son radicalmente asiáticos o chinos, pero sin dejar de serlo beben de lo mejor de la cultura occidental.
Cuando Diao Yan, el director de “Black Coal” quiere mostrar como es la China de hoy recurre al cine negro, porque, según sus propias palabras, “en momentos determinados la sociedad genera una atmósfera que se expresa muy bien a través del cine negro. Ahora mismo en China hay una situación de crisis social que ha pasado también en la Europa de los años 40 y 50, y que se muestra bien en ese cine policíaco”.
“Black Coal” bebe de lo mejor del cine y la novela negra norteamericana. Porque esa “cultura negra” tiene un componente revolucionario, una capacidad para actuar como un bisturí del forense que examina el cuerpo social.
Por eso “Black Coal” remite directamente al mundo de las novelas de Dashiell Hammett, Raymund Chandler o James M. Cain. Pero también a películas como “El tercer hombre”, “El halcón maltés” o “Sed de mal”.
Tal y como el propio Diao Yan proclama “en China no se hacen muchos thrillers, pero sí soy consciente de este fenómeno. En realidad, nació así: el primer auge de este género ocurrió en Estados Unidos tras la Gran Depresión. Lo mismo ocurre en Francia en sus momentos de crisis. El buen cine negro tiene raigambre social. Creo que actualmente casi todos los cineastas bebemos de las mismas fuentes (…) He leído mucho Dashiel Hammett, por ejemplo, también me ha influido Hemingway. Dicho esto, mi historia es local, jamás pensé que sería exportable. Pero sí es cierto también que cuando eres joven y te apasionas con ese tipo de novelas, te queda la esencia de que no existe el bien o el mal puro, sino que la vida se mueve en los grises. Sus protagonista son atractivos en su permeabilidad moral, te puedes creer uno de ellos. Es una influencia innegable".

 

Auténtico cine negro en China

“Black Coal” mira de frente la realidad. Y se empeña en no esconderla, sino por el contrario en mostrar sus aspectos más cortantes, más ásperos, obligándonos a tomar una posición.

El fulgurante crecimiento chino ha reducido la pobreza y elevado el nivel de vida de la población. Pero al mismo tiempo ha generado nuevas desigualdades sociales, difíciles de asimilar por un pueblo que hizo la revolución en 1.949, y protagonizó la Revolución Cultural en los años sesenta y setenta.
La trama arranca en 1.999, cuando Zhang, un jóven detective, es abandonado por su mujer poco antes de acribillar a un asesino múltiple en un sangriento operativo policial donde es el único superviviente.
Cinco años después, Zhang, guardia de seguridad privado en una minería tras abandonar la policía, desarraigado y entregado al alcohol, se ve obligado a enfrentarse a su pasado.
El hallazgo de un miembro humano mutilado en la mina de carbón desencadena los acontecimientos. Conduciendo hacia la viuda de una de las víctimas del primer caso.
Entre esa mujer, una auténtica “femme fatale” del mejor cine negro, y Zhang surge, sin pedir permiso a nadie, un torrido y trágico romance.
Diao Yan no solo bebe del cine negro, también del mejor cine universal, desde Hitchcock a Buñuel.
Como el mismo nos explica: “Alfred Hitchcock desarrolló muy bien el concepto de femme fatale que va más allá, de personajes que rompen con lo que el espectador cree que es la verdad. Destrozan las apariencias. Son supervivientes que a veces luchan contra la clase social que las engulle... aunque eso solo se ve de fondo. ¿Buñuel? Está en cada plano aunque yo no quiera. Su cine es como el jazz en la música: más complejo, más turbio, más difícil que el rock and roll, melodías de ganadores. La vida es un espacio gris, y eso es lo que mostraba Buñuel. Belle de jour, Viridiana... Me interesa tanto su etapa surrealista como la mexicana. Los olvidados... No me puedo olvidar de El discreto encanto de la burguesía. Nunca llegó a filmar un film noir puro, pero en sus atmósferas siempre está el thriller, la tensión. Me gusta la actitud de Buñuel ante la vida, ese cinismo con el que se burla de nosotros. Me encanta cómo nos confunde a los espectadores”.

 

 

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