Si en la anterior entrega relatamos las repetidas maniobras oficiales para imponer, contra las evidencias presentadas por el Dr. Muro, el origen respiratorio del síndrome tóxico, se hace imprescindible ahora adentrarnos en los giro cualitativo que se produce a partir del día 12 de mayo de 1981 y que marcará el desarrollo de la investigación para las décadas posteriores.
Muro tenía razón
Partiendo de las encuestas realizadas a las familias afectadas, el Dr. Muro sospechó de las lechugas y cebollas por la facilidad con que un hipotético parásito (que llamó laborella por haberse presentado los primeros casos el Primero de Mayo, fiesta del trabajo) podía instalarse en sus hojas. Mientras el gobierno sólo buscaba virus y bacterias en el laboratorio, los días 12 y 13 de Mayo el Dr. Muro y sus colaboradores, se dedicaron a recorrer los mercadillos para averiguar la procedencia de los alimentos señalados por dichas encuestas. Averiguaron así los campos de cultivo, las matrículas de los camiones y sus rutas. El Dr. Sanz relata que el día trece, en un intento de convencer “al subdirector general de Salud Pública, Cañada, al director general de Planificación –que fue el que cesó a MuroGonzález Navarro, y a varios otros, por la noche, en el Hospital del Rey, con el alcalde de Torrejón y todo, estábamos diciéndoles dónde iban a aparecer los casos por los mercadillos, y que era un producto por vía digestiva”: Predijeron que aparecerían nuevos casos en Alcorcón, alrededor de la calle Virgen de Iciar, en Burgos, Móstoles, Segovia, Valladolid, y posiblemente hasta en Bilbao. “Pero no sirvió de nada, a pesar de que estábamos diciéndoles dónde estaban apareciendo los casos y dónde iban a aparecer, y eso que era la Administración del Ministerio de Sanidad, escuchándonos a la una de la mañana”.
Al día siguiente, 14 de Mayo, se confirmarían las predicciones. Al preguntar su procedencia a cada ambulancia que llegaba con ingresos nuevos, se correspondía a las zonas predichas. Quedaba demostrado que Muro tenía razón. Sin embargo, las condiciones habían cambiado y la respuesta que obtuvo del Ministerio ya no fue el silencio. Al día siguiente, 15 de mayo, Sanidad le destituye de forma fulminante como director en funciones del Hospital del Rey aduciendo motivos de salud “como consecuencia del excesivo trabajo soportado en los últimos días”.
Ojo al dato
Efectivamente, las circunstancias de la enfermedad el día 12 de mayo habían cambiado. De 23 enfermos en 9 días, los primeros nueve, pasaron a haber entre cien y ciento cincuenta censándose cada día. De casos aislados en la provincia de Madrid pasaron a aparecer casos en provincias alejadas. Frente a la explicación oficial cerrada y hermética de la “pneumonía atípica” ahora existían voces cualificadas con difusión en la prensa que pedían investigar la implicación de alimentos distribuidos sin control sanitario en mercadillos ambulantes. Pero además, el día 12 ocurre un hecho significativo, la aparición en el diario madrileño Ya de un artículo del Dr Ángel Peralta Serrano, jefe del departamento de Endocrinología del Hospital Infantil de la Ciudad Sanitaria La Paz de Madrid, en el que dice textualmente que los síntomas del síndrome tóxico se explican mejor por la acción de un spray de insecticidas organofosforados que por una infección pulmonar. Por primera vez, una autoridad médica apunta a unas sustancias usadas ampliamente en la agricultura intensiva (y también en la guerra química). Es importante resaltar que el Dr. Peralta no tenía relación ninguna con el Dr. Muro y sus averiguaciones. Para el periodista Andreas Faber*, este artículo fue el que hizo saltar ciertas alarmas: “Ya es un diario matutino (ojo al dato). Porque el mismo día 12 una llamada telefónica de Madrid –del Dr. F. P. Gallardo del Centro Nacional de Virología y Ecología Sanitariaa Atlanta, en el estado de Georgia, pide ayuda al Epidemiology Program Office de la agencia norteamericana para el control de enfermedades, el CDC, que envía a Madrid ( desde la base italiana de la OTAN de Palermo donde estaba destinado) al epidemiólogo William B. Baine (…) Investigadores y víctimas implicadas son de la opinión de que datos, historiales clínicos y documentos establecidos con ocasión de la visita del epidemiólogo americano, fueron transferidos íntegramente al CDC norteamericano, no siendo por tanto accesibles ya a los investigadores españoles”. La llamada a Atlanta, la destitución de Muro y el desembarco de investigadores norteamericanos con carta blanca son tres hechos consecutivos que van a decidir el desarrollo de la investigación. Con la llegada del norteamericano Baine, defensor de la teoría del mycoplasma, y el cese de Muro, el ministro de Sanidad Sancho Roz se permitió chulear a toda España: “no hay ninguna otra investigación valida y demostrada hasta ahora que la señalada por el Ministerio. No hay ninguna otra causa demostrada en este momento. En todas las autopsias realizadas se detectó el mycoplasma y ningún otro agente (…) es un bichito tan pequeño que si se cae se mata”. Mientras dos mil enfermos esperaban ya la identificación de la enfermedad, el ministro culminó “aunque el problema suscitado por la enfermedad es importante, no es grave. La gripe es un problema más grave”. Lógicamente, esta hipótesis fue pronto insostenible y la reconducción de la situación se tuvo que dar dentro del terreno ya conquistado por el destituido Dr. Muro, la vía digestiva y la implicación de los mercadillos, que conduciría al anuncio de que el culpable era la colza. Aquí se abrió una nueva batalla, y éste será el tema de la próxima entrega. Hasta Julio.
*El desaparecido periodista Andreas Faber recogió el testimonio de Antonio Muro y el de otros tantos protagonistas en su libro Pacto de Silencio. Todos los entrecomillados en cursiva han sido extraídos de su obra.
De Richelieu a Rockefeller
Como decía el Cardenal Richelieu: “que me den seis líneas escritas del puño y letra del hombre más honrado del mundo, que encontraré motivo para hacerlo ahorcar”. El Dr. Muro tuvo su particular Richelieu en el entonces director general de Salud Pública, Luis Valenciano Clavel, quien le convirtió en un chalao y un proscrito de la sanidad española. Tal como recoge El País (3 marzo 1988): Valenciano rechazó que el cese del doctor Antonio Muro al frente del Hospital del Rey se debiera a que mantenía una hipótesis distinta a la oficial… explicó que Muro declaró que había tomado confianza con el agente de la enfermedad y que ya no le hablaba de usted sino de tú… llamó a Muro para preguntarle por esas declaraciones y éste le contestó: “No sólo son verdad, sino que tengo al agente entre mis piernas en este momento”. Según Valenciano, Muro fue destituido porque en una reunión celebrada el 14 de mayo de 1981 realizó un informe catastrofista respecto al origen del síndrome tóxico en el que se describía “cómo el mundo se hundía, cómo morían los pájaros, que él estaba infectado y sólo podía tomar gaseosa Revoltosa”. Llama la atención que mientras los médicos que ayudaron a Muro fueron represaliados, Luis Valenciano (un pionero, junto al Dr. Gallardo, de la virología en España) fue encumbrado a Director Médico de los laboratorios Glaxo Wellcome y Director General de la Fundación Wellcome España, el imperio farmacéutico angloamericano de Rockefeller que monopolizaría, con los CDC, la otra gran epidemia “vírica” de los ochenta, el SIDA. Lo que son las cosas.
Mientras el gobierno buscaba la solución únicamente en el laboratorio, los días 12 y 13 de Mayo el Dr. Muro y sus colaboradores, se dedicaron a recorrer los mercadillos para averiguar la procedencia de los productos agrarios señalados por las encuestas epidemiológicas
Con la llegada del norteamericano Baine, defensor de que la causa es un mycoplasma, y el cese de Muro, el ministro de Sanidad Sancho Roz se permitió chulear a toda España: “es un bichito tan pequeño que si se cae se mata”
La vía de los mercadillos permitió al doctor Muro predecir con precisión dónde iban a aparecer los nuevos casos de síndrome tóxico, por lo que fue finalmente destituido de su cargo como director del Hospital del Rey.
Con el artículo del Dr. Peralta, por primera vez una autoridad médica apunta a unas sustancias usadas ampliamente en la agricultura intensiva (y también en la guerra química).