Un superviviente-como el mismo se define- de la generación de los años 50, una generación marcada por dos obsesiones: la obsesión por el lenguaje, por la estructura de las palabras y la composición y la necesidad de “actuar” como un testigo activo contra la injusticia, y contra el olvido de la injusticia.
” Yo casi nunca me presto con satisfacción a la lectura de poesía, porque es un ejercicio que me desola, que me intimida; porque es como repetir en voz alta una serie de experiencias que ya están más o menos empolvadas por el tiempo, que el tiempo ha pasado sobre ellas y uno se queda un poco al margen de ese personaje que aparece por los poemas.
Yo escribo poesía para justificarme a mí mismo. Si no escribiera poesía me sentiría incómodo conmigo mismo, como en desacuerdo. La escribo para conocerme mejor y para conocer mejor también a los demás. Para explicarme mejor la vida, el mundo y para defenderme de cosas con las que no estoy de acuerdo. Sobre todo eso último es fundamental.
Yo siempre he escrito, en la época de Franco, en la época de la podía social, precisamente, a sabiendas de que tenía, a través de mi poesía, que defenderme de las ofensas de la vida.Eso siempre lo he tenido muy presente . En la época de la clandestinidad, de la lucha antifranquista, esa poesía me servía para tranquilizar mi ánimo y para tener la sensación, un poco ilusoria, un poco ingenua, de que estaba cambiando la sociedad desde la poesía. En aquellos años, cuando, en las mejores condiciones, de un libro de poesía se vendían mil ejemplares…pues cambiar la sociedad con mil ejemplares era un poco excesivo.
Lo que realmente define al poema, su grandeza, en la que las palabras están unidas, funcionando de alguna manera que te convencen y te marcan un camino nuevo. Si el lector descubre un nuevo camino en lo que está leyendo , un nuevo conocimiento de sus sensibilidad, entonces creo que la poesía ha cumplido su destino.
Ahora estamos viviendo tiempos duros. ¿Que papel tiene la poesía?
Yo creo que el mismo de siempre. No creo que haya cambiado esa fuerza que pueda tener la poesía , como dije antes, para herir la sensibilidad de alguien. tal vez alguien abre un libro y encuentra ahí una posibilidad de viajar, de hacerse mejor, de ennoblecer la cultura. Eso basta y siempre será así.
La búsqueda de nuestras raíces
Una de las principales armas del cante hondo no es solamente su musicalidad sino también su contenido.
Los contenidos que hay detrás del flamenco…cuando ese contenido es prácticamente una sentencia filosófica, que la hay en muchos casos, … eso es verdadera poesía. Hay una soleá nigua que Jose Ángel Valente la cita al principio de un libro suyo y su letra dice así:
Fui piedra y perdí mi centro
y llegué rodando al mar
y después de tanto tiempo
mi centro vine a encontrar.
Misteriosa ¿no?. Valente la escogió para el título de un libro. Luego hay cosas de expresión y sabiduría popular como esta:
Sentadita en la escalera
esperando el porvenir
y el porvenir
nunca llega.
Algo que a mí me parece maravilloso. Que el porvenir es lo que nunca llega.
Luego hay otras como esta:
Cuando de noche me acuerdo
que me tengo que morir,
hecho la manta al suelo
y me jarro de dormir.
Contra el olvido
Dicho con suficiente honestidad, yo no he abandonado casi nunca la función del escritor como testigo. En todas mis novelas yo he luchado siempre contra los que pretenden una historia sin culpables, los que pretenden decretar la amnesia histórica.
Se hizo en la transición y cada vez está más extendido. Es lo que decimos de eso que conocemos como pensamiento plano, o pensamiento cero, que decía Saramago, el pensamiento único. Contra eso , el escritor tiene que poner de su parte todas las armas que estén a su alcance, que no son solo su obra sino su compromiso personal. Por que son dos cosas que se pueden separar. Se puede estar en las barricadas y luego escribir poemas de amor